
Se trata de un compendio de lugares comunes, ya desde el título ("Piqueteros intelectuales"):
"censura", "Obedientes, populistas", "el peronismo ha contribuido de manera decisiva a la decadencia económica y cultural", "país del primer mundo", "nacionalismo esencialista un tanto primitivo y de vuelo rasero", "una izquierda como en Chile, Brasil, Uruguay, ha sido capaz de renovarse", "Una nueva Cuba", "represión creciente del gobierno chavista", "piqueteros kirchneristas", "confrontación entre civilización y barbarie", "pedir que me censuraran", son algunas de las zonceras que, con prosa panfletaria tan alejada de la literatura, escribe el Premio Nóbel.
Con altura y vuelo, le contesta Horacio González, quién tal vez el único error que haya cometido sea haber firmado como Director de la Biblioteca Nacional aquél pedido a los organizadores de la Feria del Libro. Esta respuesta la firma como ensayista:
"Nunca nadie quiso impedir sus conferencias; ahora le pedimos que las dé si es posible con los temas de este debate, que se informe adecuadamente sobre las ideas que trata de embestir, y una vez cumplido, que trate de exponer caballerescamente sus ideas, como en otros tiempos supo hacerlo. La ciudad que todos deseamos ver sin el mundo viscoso de las órdenes y oscuros poderes que usted caracterizó y criticó muy bien en sus primeros escritos, lo espera para un digno debate. No se hurte de él con esas fáciles prisas por el agravio inútil."
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